martes, 26 de noviembre de 2024

El idioma de Colón

 PROLOGO.

 Cristóbal Colón aparece en Castilla allá por el año 1484 hablando castellano, siendo de fácil entendimiento con las gentes del reino, si bien es cierto que algunos testimonios de los monjes de la Rábida manifestaron que hablaba con acento extranjero. Ello se debía dos causas: primero que el concepto extranjero, en aquellos tiempos, era aplicado a cualquiera que no fuese del lugar, es decir que un extremeño podía bien ser extranjero en Asturias o Segovia. Segundo, como bien sabemos las gentes hablamos un idioma común pero que en distintas regiones se manifiesta con particularidades propias y acentos diferenciales entre unas regiones y otras, así los habitantes de Galicia se expresan con diferente modismo y entonación a la de los andaluces o los vascos.

Ocurre igualmente con el lenguaje escrito, desposeído de la peculiaridad de la expresión verbal, sin embargo, es corriente que las palabras plasmadas en un papel también estén preñadas de localismos que demuestran la procedencia de quien escribe.

Colón entró en Castilla hablando siempre en castellano con la peculiar forma de expresarse citada, de un extranjero en Huelva, luego es de suponer sin miedo a errar que dominaba el idioma y eso solo se puede aprender de una forma, en el regazo materno y los primeros años de la vida. El hecho de que Colón hubiese aprendido el castellano en país extraño no se sostiene, pues tal dominio del idioma demuestra todo lo contrario.

En su libro “España patria inefable de C. Colón” (2) Luciano Rey Sánchez, expone una opinión coincidente con la del ilustre naturalista A. von Humbolt. (29) El verdadero estudio del idioma castellano empleado por Cristóbal Colón en todos sus escritos, está por hacer, y es preciso que lo hagan personas de gran capacidad y prestigio, porque estamos bien seguros que con su alta autoridad habrán de atestiguar que solo un nacido y educado en España pudo escribirlo con tanta soltura y naturalidad…” este pensamiento reflexivo bien argumentado aún no se ha llevado a la realidad, pues no parece que sea de interés para los doctores de la lengua castellana, hasta hoy en día.

Además, la perfección de sus escritos, su estilo y asimilación de refranes y giros propios del castellano, no podrían tener explicación mas que siendo, como era, natural de España, pues ni diez ni veinte años serían suficientes para identificarse de tal modo con un idioma que empezaría a conocer cuando ya tenía cuarenta años poco mas o menos. Luciano Rey (2) escribió en 1941 un extenso libro titulado; ”España, Patria infalible de Cristóbal Colón” En respuesta a las teorías genovistas del escritor D.Luis Astrana Marin. El texto, que no tiene desperdicio, es una extensa muestra sobre el lenguaje del Almirante, pormenorizando una a una las palabras gallegas encontradas en los escritos y cartas del descubridor del nuevo continente.

Ampliando de forma sustantiva la relación presentada por el historiador D. Enrique Zás(3) el año 1923.

No era nada novedoso lo de destacar las palabras y escritos castellanos de Colón, En el inicio de la teoría el señor de la Riega (*) (Año 1892) anticipó de forma contundente cual era el postulado más creíble respecto al idioma natural del personaje, y no es otro que el castellano plagado de términos gallegos, manifestó de forma contumaz que era imposible que alguien nacido en otro país llegase a olvidar su propio idioma, nadie pierde el conocimiento y el uso del idioma materno habiendo aprendido otro. De la Riega se pregunta ¿Quién llega a olvidar hasta ese grado el leguaje que aprendió en el regazo materno? ¿Es posible que Colón no hubiera sentido por la lengua italiana, esta hubiera sido la suya, el instintivo afecto que todos los hombres, de todos lo países y de todas las épocas, dedicamos al mismo idioma nativo? ¿Lo habrá sido el desdén, la indiferencia? ¿Es que, en efecto, ese idioma no era el suyo?  Creo que está claro como el sol de mediodía. No hay respuesta satisfactoria a estas cuestiones. Resulta curioso que en sus escritos Colón declara que el castellano es “nuestro romance” como expresó en el preámbulo del diario de navegación al exponer a los Reyes el objeto de su empresa, expone que en Catay domina un príncipe llamado el Gran Kan “que en nuestro romance” significa rey de reyes. Ocho años llevaba en Castilla cuando se expresaba en estos términos tan claros.

A propósito de ello escribe el sr. Olmet en la revista “La España Moderna”   Creemos que toda discusión sobra desde el momento en que Cristóbal Colón ha declarado por escrito cual era su idioma.”  Aquí debemos entender que si olvidó el italiano debió obedecer a un estado psicofísico, en virtud de la cual, por ser tan grande la necesidad de expresarse en castellano, sustituyó un idioma por el otro.

Continuamos con de la Riega “¿Sucedió por ventura que Colón, sin darse cuenta de ello, alzó en las tres palabras <en nuestro romance> un extremo del velo con que se propuso ocultar patria y origen? No hay autor dramático, ni novelista, ni criminal, ni farsante, ni hombre cauteloso o reservado, que no deje algún cabo suelto, que no descuide algún detalle, por donde flaquee la fábula o se sospeche y se descubra lo que quiso ocultar. ¿Obedeció Colón a esta imperfección humana al llamar suya a la lengua española? Sin duda alguna, y a éste propósito es de notar la soltura con que la escribía.”

Cristóbal Colón aparece por primera vez, que se sepa, en 1484 hablando castellano de forma clara y siendo entendido por todas las personas con quienes se relacionó, desde los monjes de la Rábida, al duque de Medinaceli en el Puerto de Santamaría donde vivió un año y pico, y con los personajes de la corte con quienes tuvo necesidad de trato. Es forzoso suponer que había estado anteriormente en Castilla, bien por ser natural de alguna parte del reino o que hubiese aprendido el idioma desde temprana edad, en algún lugar de Castilla, aunque fuese extranjero. Lo que es indudable es que no pudo aprender el castellano el Portugal ni en otra parte habida cuenta de la soltura con que lo hablaba.

Cristóbal Colón no solo hablaba el castellano, y el gallego por supuesto, su acervo cultural consta que también dominaba el latín, idioma en boga de los eruditos y clérigos, ello daba al almirante un talante culto y de superioridad en la sociedad de entonces.

¿Dónde aprendió a usar el latín? Está claro que en algún monasterio con el clero. Esto nos da una pista sobre la clase social a la que pudo pertenecer. El latín era enseñado en las escuelas clericales a donde eran enviados los hijos de nobles, legítimos o bastardos, para su educación. Era costumbre que los hijos bastardos reconocidos fuesen internados en los monasterios para que siguieran el camino religioso, formados como clérigos rápidamente ascendían en el escalafón llegando a ser obispos y/o cardenales. Los que procedían de clases más humildes solían ser simples prelados o monjes. Cristóbal Colón debió pertenecer a la nobleza pues su educación era exquisita aparte de una inteligencia proverbial, porque su capacidad para el debate y la argumentación eran verdaderamente grandes.

Esto no justifica que por su portentosa capacidad fuese muy hábil para aprender un idioma distinto del materno, con el castellano, el gallego y el latín tenía suficiente para entenderse en el medio que le rodeaba.

Existe un estudio muy interesante publicado por el Almirante Julio Guillén Tato (15) “La parla marinera en el diario del primer viaje de C. Colón” Expone un tipo de lenguaje que se utiliza en el mar que se sujetaba a la necesidad de expresar términos muy concretos sobre los elementos que componían el navío, el estado del mar, el viento, la climatología y el rumbo. Todos ellos empleados en todos los mares, desde el mediterráneo al atlántico, aplicando las expresiones según la localización geográfica.

 

domingo, 10 de noviembre de 2024

Un poco de Leyenda

 

Un poco de leyenda.

 

Leyenda: Narración de sucesos fantásticos que se transmite por tradición, basado en un hecho o un personaje reales, deformado o magnificado por la fantasía o la admiración, que además crece con el paso del tiempo. También referido a una persona o cosa muy admiradas y que se recuerdan a pesar del cambio de épocas.

Bien aquí tenemos la base en lo que consiste una leyenda, no parece sea necesario dar muchas explicaciones. Como bien sabemos las leyendas se alimentan de sucesos que con el paso del tiempo van siendo aderezadas, tergiversadas, acomodadas y llevadas al límite de la comprensión humana, llegando a convertirse algunas de ellas en mitos casi inamovibles. Eso exactamente es lo que ha sucedido con la historia de Cristóbal Colón, la pretérita a su llegada a la Corte de los Reyes Católicos. ¿Cuáles son las razones que mantienen la leyenda genovesa sobre el natalicio del Almirante? Obviamente lo expuso Enrique Zás en su libro “Galicia patria de Colón”(3) nombrando a este argumento infundado como “petrificación del dogma”, o lo que es lo mismo: El error histórico sostenido por uno o varios historiadores que, a fuerza de repetirlo y divulgarlo, aún sin haber sido confirmado con hechos o documentos, llega a convertirse en artículo de fe. Una irrealidad repetida miles de veces de forma constante, puede llegar a convertirse en una realidad en la mente de una sociedad.

Es cierto que durante cuatro siglos se ha mantenido el dogma del natalicio de Colón genovés, pero en esa leyenda hay aspectos que nos hacen poner en tela de juicio de que fuera así. Para empezar el gran nauta no hablaba italiano, ni tan siquiera el dialecto genovés de aquellos tiempos. Todos sus escritos están redactados en castellano. Cuando descubría alguna isla, cabo, río o accidente natural nunca utilizó un solo nombre italiano, todos o casi todos fueron de la toponimia gallega y religiosos, coincidentes con lugares e instituciones de Galicia. En Génova, ni en Carvi, Piacenza, Cugureo, etc existe referencia alguna al apellido Colón, no el tan cacareado Colombo, ¡de Colón!  Estas tres ideas dan al traste con la genovesidad de nuestro descubridor. Génova recibió un honor que nunca le correspondió, pues él no nació en esa bella ciudad, ni en lugar alguno de la Liguria como se ha mantenido y se sigue manteniendo en algunos círculos a pesar de la contundencia de las pruebas presentadas por la teoría de Colón gallego.

Sigue Enrique Zas con su argumentario: El origen genovés del Almirante, lo citan como cierto todos los historiadores antiguos y modernos, nacionales y extranjeros. Alegando que el mismo Almirante lo ha consignado así en su institución mayorazga con esta expresión afirmativa: De Génova salí y en ella nací. Y por último todos los documentos italianos también lo atestiguan. Estas son, condensadas, las razones en que se apoyan los impugnadores para rechazar la tesis de Colón español. A simple vista, parece que encierran argumentos formidables y que sería vano empeño o locura demostrar lo contrario.

Curiosamente toda esta montaña de conocimientos que aparecieron de forma poco fiable no han aportado ni un solo dato objetivo al planteamiento genovés de la leyenda, todo son circunstancias y quizás la falsedad de los datos aportados empiecen por el apellido motivo de cierta polémica, Colombo. Desde aquí en adelante la leyenda se derrumba ante la inconsistencia de los datos aportados por los genovistas. La verdad siempre aflora como el nenúfar en la superficie del agua después de crecer desde la profundidad sólida de la tierra. Una vez encontrada la autenticidad de los hechos el error petrificado se esfuma como el humo que no vuelve a aparecer.

 

Una parte de esta leyenda, que tanto ha influido negativamente en la narrativa del origen de Colón, es el famoso y supuesto testamento de 1498, que ya fuera dado por falso u apócrifo durante los contenciosos por la herencia del Almirante a finales del siglo XVI. Una pregunta que nos sigue rondando la cabeza a las personas de mentes claras que no entendemos cómo a ese documento se le siga considerando de algún valor. ¿Por qué algunos historiadores continúan consultando dicha arma? ¿Cuál es la validez de lo expuesto ahí, cuando contiene cantidad de inexactitudes perfectamente demostrables y faltan páginas? Es un pliego carente de valor documental pues nunca fue registrado públicamente y a lo que se asemeja más es a una falsificación perfectamente orquestada con fines completamente espurios.

En palabras de Martin Fernández de Navarrete quien demostró hace más de 200 años que don Cristóbal Colón en el único documento en el que constaba haber nacido en Génova era falso. Es imposible comprender por qué los estudiosos de los orígenes del Almirante no hayan resuelto este enigma hace ya mucho tiempo. Desgraciadamente en el Archivo de Indias en donde está depositado dicho oficio, nunca ha rectificado la no autenticidad de dichos documentos, haciendo constar su demostrada falsedad, y que fueron declarados no aptos hace más de cuatrocientos años.

Pero Navarrete no ha sido el único en rechazar el uso de esa falsedad, muchos otros historiadores lo han hecho sin que se haya corregido el error histórico. Existe la opinión entre algunos historiadores que quienes mantienen la teoría genovesa, la sostienen debido a que unos se copian a otros sin el uso crítico que es exigible en el rigor histórico. 

De los críticos con la teoría genovesa se ha de mencionar a D. Salvador de Madariaga, cuyo texto no tiene desperdicio al expresar su opinión sobre el tema: “Colón no dice en ninguna parte de un modo indisputable que es oriundo de Génova. El acta de mayorazgo de 1497-98 no puede aceptarse como auténtica. Trátase de uno de los documentos falsificados, ya sea en interés mal comprendido de la escuela genovesa, ya, lo que es mas probable, en interés de alguno de los litigantes en los procesos a que la herencia de Colón dio lugar en el S.XVI. Aparece en efecto este documento en circunstancias muy sospechosas durante un proceso. Es curioso que el acta de mayorazgo se considere auténtica por la escuela genovesa y falsa por los que se niegan a que Colón sea genovés, unos y otros bajo la impresión de que, de ser cierta el acta, los títulos de Génova quedan demostrados. Pero si Colón menciona tan netamente a Génova en 1498 ¿Cómo es que un hombre con tanto apego a su familia no menciona a su propio padre, que todavía vivía y necesitaba de su auxilio? ¿Y cómo es que insiste tanto en que sus herederos sean de los de Colón, y no de los Colombos?, pues entiéndase que dice siendo hombre legítimo que se llame y se haya siempre llamado de su padre e antecesores llamados de los de Colón, condición que repite nuevamente al excluir de la herencia a toda mujer salvo si aquí ni en otro cabo del mundo no se fallase hombre de mi linaje verdadero que se hubiese llamado y llamase él y sus antecesores de Colón. ¿Y por qué manda que su heredero tenga y sostenga en la ciudad de Génova una persona de nuestro linaje que tenga allí casa y mujer… y haga pié y raíz en la dicha ciudad como natural della, cuando vivían en Génova sus propios primos de Colombo que ni siquiera menciona, como nunca mencionó a sus parientes genoveses?

De ser auténtico este documento demostraría que Colón era genovés, pero al propio tiempo destruiría su identidad con la familia de tejedores del resto de la documentación genovesa, a no ser que se considere el acta de mayorazgo como una tentativa por parte de Colón para obtener este doble fin, en cuyo caso lo que quedaría destruido sería el crédito que merecen la inteligencia y la agudeza de Colón.

Pero quedan otras objeciones. No existe en los papeles de Colón ni en los de sus hijos referencia alguna a esa acta de 1497-98, mientras que en la carta al padre Gorricio, fechada el 24 de mayo de 1501, es decir, precisamente cuando Colón pensaba en redactar el testamento de 1502 (hoy desaparecido), ruega a su amigo una copia certificada de una probisió q´alá está q´pueda yo hacer mayorazgo frase que Colón hubiera redactado de otro modo si hubiese instituido ya su mayorazgo otra vez en fecha anterior. Es evidente por esta carta que se propone hacer mayorazgo por primera vez. (…) Con todo no puede tratarse de una creación ex nihilo.

Lo más probable es que sea un documento amañado sobre la base del testamento de 1502 que ha desaparecido, quizás en interés de las mismas personas que amañaron éste. Por lo tanto, las más de las citas de sus cláusulas no dejarán de tener un fondo auténtico.”

Con respecto a ésta última frase, cierto es que hay cosas en el supuesto testamento de 1498 que son ciertas, pero en otras muchas, así mismo plasmadas en ese texto, reinan grandes dudas sobre su veracidad, y el resto son claramente falsas.

C. Colón testó en 1502 y un mes antes de morir en 1506 firmó y registró el codicilo final en el que reflejó su voluntad. En este papel no figura ni una sola referencia al supuesto mandado de 1498, ni tampoco se puede extraer ningún hecho narrado que no fuese conocido. Lo curioso de ese “testamento” es que contiene inexactitudes incomprensibles que ni el Almirante hubiese cometido, aparece escrito en él, una encomienda al príncipe Juan, hijo de los Reyes, quien había fallecido el año anterior de 1497, y es un hecho extraño que C. Colón no conociese el óbito del heredero de la corona pasados varios meses desde el suceso. Por otro lado, se confunden dos personajes en la ratificación del documento; Según las leyes de la época, leyes que eran celosa y escrupulosamente guardadas y hacer guardar por los RR.CC. había en ese documento cláusulas que infringían claramente la legalidad vigente, como la de enviar dineros o capital al extranjero, al banco de S. Jorge en Génova. Incluso se pretendía rebajar la partida de ingresos de la corona de las riquezas traídas del nuevo continente a la mitad en favor del Almirante, algo inaudito pues los Reyes eran quienes daban u otorgaban dichas concesiones y no era el vasallo quien las exigía.

La leyenda es a la historia lo que el fotoshop a la fotografía. Modelando, borrando y retocando se consigue dar lustre a cualquier imagen, de la que se pretende acercar a la perfección, distorsionando la realidad con la alteración de detalles que quieren hacer ver que es auténtica la visión que nos ofrecen.

La historia del Almirante escrita por su hijo Hernando Colón y publicada en Venecia por primera vez en el año 1571, el propio autor confiesa que no sabe cual es su origen al decir “De manera que cuan apta fue su persona y dotada de todo aquello que para cosa tan grande convenía, tanto quiso que su patria y origen fuese menos cierta y conocida. Por lo cual algunos que, en cierta manera, piensan oscurecer su fama, dicen que fue de Nervi, otros de Cugureo, y otros de Buyasco, que todos son lugares pequeños cerca de la ciudad de Génova y en su misma ribera; y otros que quieren engrandecerle más, dicen que era de Savona, y otros que genovés; y aún los que más le suben a la cumbre le hacen de Plasencia.” Y más adelante, añade: “…para certificarme mejor, pasando yo por Cugureo, procuré tener información de dos hermanos Colombos que eran los mas viejos de aquel castillo, y se decía que eran algo deudos suyos; pero porque el menos viejo pasaba de los cien años, no supieron darme noticia de esto…” Mas le hubiese estar callado con esta reflexión pues no arroja ninguna claridad sobre el tema, o más bien la oscurece, pues siembra dudas durante la exposición citada.

Analizando los párrafos del escrito extraemos la siguiente frase “Por lo cual algunos que, en cierta manera, piensan oscurecer su fama, dicen que fue de Nervi, otros de Cugureo, y otros de Buyasco,” ¿A que fama se refiere don Fernando? ¿La conseguida con el descubrimiento? O quizás ¿A la que se habría labrado antes de su aparición en Castilla? Digamos que ciertas reflexiones no son del todo gratuitas, si seguimos leyendo: “dicen que fue de Nervi, otros de Cugureo, y otros de Buyasco,” ¿No suena esto a cortina de humo? Quisiera no ver que después de la primera frase se diese cuenta que exponía en exceso el pasado del almirante y corrige sobre la marcha intoxicando con lugares de la Liguria cuando debiera haber sido la actitud suya, otra bien distinta. Al decir que “piensan oscurecer su fama” ¿Es que alguien pensaba revelar su verdadero pasado, y con este comentario algo rebuscado quiso poner tierra de por medio? Sin duda, es más que probable que don Fernando conociera realmente el pasado del Almirante, pero con la instrucción de jamás revelarlo.

 

“Lo que ha sido creído por todos siempre y en todas partes, tiene todas las posibilidades de ser falso”

Paul Valery. Escritor francés.